Visita al museo - Nuestros cuadros III

Magdalena penitente

Este cuadro de Joaquín Campos nos llamó la atención nada más entrar en la sala. Nos sorprendió su halo tenebroso, la suavidad de sus tonalidades hizo que nos detuviéramos durante un buen rato a contemplar sus matices.

La imagen es cautivadora: una Magdalena de aspecto dulce se ensalza a través de un ambiente oscuro, siniestro, lleno de objetos que nos informan que el sufrimiento que se refleja en su rostro está justificado por el drama de la escena.

Nos detuvimos sobre todo en primer lugar en la imagen de la mujer, el trazo tan suave y la delicadeza de sus formas nos transmitía y dotaba a la imagen de aspecto infantil, transmitiendo una sensación de inocencia de una mujer que, atemorizada por sus propios pecados, se adentra en un mundo oscuro del que resulta difícil salir. Seguimos observando la imagen y podemos contemplar casi en primer plano una calavera que nos llama mucho la atención. Se encuentra más iluminada que el resto de los objetos, lo que nos hace pensar que el autor ha resaltado este aspecto por algún motivo en concreto. A su vez la dureza de la calavera contrasta con las lágrimas en un tono casi rojizo, que nos hacen pensar que su dolor es evidente, que existe realmente un sufrimiento. Casi podemos sentir un escalofrío al detenernos durante unos minutos y observar sus ojos fijamente.

Las sensaciones tan profundas y duras que nos transmitió esta imagen y la expresividad de la que fue dotada por el autor, nos hace preguntarnos cuál es la causa del dolor que la Magdalena siente y es entonces cuando nos fijamos en la oscuridad del fondo, que apunta a un ambiente desagradable, casi temeroso, y esos detalles son apreciados gracias a los colores utilizados.